Las capacidades de oficios artesanales con los que contó la villa de Orizaba en las últimas décadas del siglo XVIII fueron sin duda un incentivo a las cualidades estratégicas que ganó, tanto por que dichos artesanos podrían ser enrolados militarmente como por proyectos de corte técnico militar, como fue el caso del relevante plan de una fundición real de armamentos de julio de 1777.[1] Cabe resaltar que Orizaba contaba con una pujante población que la llevo desde 1774 a obtener el título de “Villa”.
En esta época se ejerció una férrea hegemonía sobre el circulante de la región, invertido en grandes construcciones. Es decir, gracias al poder económico pues albergaba a los ricos comerciantes y cosecheros; al tiempo que, como reflejo del poder económico y político de su elite, contaba con grandes obras publicas de reciente creación como: puentes y calzadas, que mejoraron considerablemente el transito tanto por la villa como por el mismo valle.
“Se construyó el puente de la Borda, el puente de Santa Anita, los de la Escalameda y Jalapilla, el puente de la Garita de Angostura, uno en el pueblo del ingenio, uno en la barranca de Metlac, […] una calzada desde la garita de la Angostura hasta el pueblo del ingenio”.[2]
Se entiende entonces que, el desarrollo del poder de la elite local gracias a la cosecha del tabaco, que desde 1764 se había convertido en un estanco, influyó en las obras de mejoramiento vial[3], sin duda un determinante vital para la logística de una estrategia bélica correcta, el poder movilizar fácilmente a cuerpos militares. Además, contaba con un sistema efectivo para controlar oleadas epidémicas (hospital de San Juan de Dios) que podían hacer peligrar no solo las vidas de tropas acantonadas, sino de expertos difícilmente reemplazables. Otro factor que determino el crecimiento de la traza urbana fue el comercio, ya que la cabecera era unos de los principales núcleos mercantiles dentro una red de vías que se adscribía a la gran camino Veracruz-México, base de una red de comercio interregional entre centro, oriente, sur, sureste del Virreinato, con ramajes que llegaban incluso hasta a la capitanía de Guatemala.[4]
Todo lo anterior determinó por qué, en 1775, una junta de guerra eligió a la villa de Orizaba como sede de los cuarteles del ejército, visitándolo el mismísimo virrey Branciforte para dirigir los ejercicios de entrenamiento militar pues se decía que Inglaterra atacaría en dos frentes, desde Canadá avanzaría por el rio Misisipi hacia las Provincias internas y desde Jamaica para invadir Veracruz.[5]
Por otra parte, considero oportuno recordar que un binomio que va de la mano es el del crecimiento urbano y la disponibilidad de servicios. Ya que la hegemonía de Orizaba en la zona benefició sin duda el crecimiento demográfico, la traza urbana tendió a ampliarse con una implícita mejora en la oferta de servicios básicos y en el porcentaje de los individuos dedicados a satisfacer estas semanas mediante la transformación de las materias primas; por tanto, no es sorpresa que se contara con un gran número de herreros, carpinteros, curtidores de cuero, zapateros, tejedores, albañiles panaderos coheteros, etc.[6]
Plano 1. Distribución de los herreros, herradores y carpinteros Orizaba en 1791.[1]
Fuente: Valle Pavón. 1996. p. 140 y p.146.
Elaborado con la superposición de los planos 1 y 7 de la ciudad de Orizaba para 1791. Tras una investigación y comparación entre la traza urbana contemporánea gracias al mapa satelital Google Earth y los planos anteriormente citados.
Ahora bien, el Padrón militar de familias españolas, castizas y mestizas de 1791 fue ordenado por el virrey Revillagigedo para la provincia de Orizaba como un medio previo y dispositivo para la creación oportuna de milicias y ejecutado por Don Vicente Nieto, teniente en jefe del regimiento de Córdoba y Jalapa, en septiembre y se prolongó desde la plaza mayor hasta la zona rustica de la periferia,
El empadronamiento de la población se efectuó a partir del “circuito de plaza mayor” abarcando las cuadras de la traza urbana y barrios circundantes. Sin embargo, por los alcances y objetivos de este trabajo se ha escogido solamente la parte referente al casco de la villa, (185 fojas del documento) y comprendiendo 39 calles.
Tabla . Calles dentro del casco de la villa de Orizaba, 1791.
Cerrada del CarmenDe las tres CrucesDel CarmenDe la bóvedaDe las damas,Primera Real | Segunda RealDe San RafaelReal ViejaDe San MiguelDe la SortijaEl […] arioDel Molino
De los carboneros |
De la factoríaDe la campanaDel curatoDe la perlaDe Santa RitaDe las Alcantarillas | De YxhuatlancilloDe la AmarguraCerrada de JalapillaCerrada de la sabanaDe rincón grande | Del hospitalDel encierroDe Nuestra señora de GuadalupeDel MarquesDe la DoloresDe la Asunción | Del CristalDe la gloria EscondidaDe los cerrosDe San Juan de DiosDel AmeyalDe la del puente. |
Fuente: AGN. Padrones.83, vol.19, ff. 2-187.
Primeramente al abordarlo habría que preguntarse: ¿Qué es un padrón militar? A diferencia de otros padrones civiles contemporáneos como el de la Nueva Veracruz estos colocan datos sobre los miembros del cuerpo del ejército regular y milicianos, se privilegia la información acerca de las viviendas con familias de europeos (tanto españoles peninsulares como españoles americanos), de mestizos y de castizos (los que tenían mezcla de mestizos y españoles)
Ambos resultan una limitante para comprender íntegramente la estructura social y urbana de las locaciones; pero al mismo tiempo, nos muestran una división en el espacio urbano, en este caso por ocupación, pues la mayoría de la población española que se concentraba en el casco se dedicaba al oficio de carpinteros y herreros o eran comerciantes, confirmando lo marcado por el plano anteriormente presentado.
Los empadronadores fueron curas, párrocos, oficiales reales y vecinos quienes levantaron el censo empezando desde septiembre hasta noviembre de 1791; los datos fueron recabados con letra clara en cada una de las casillas donde se vaciaron el nombre de la calle, el número de la casa, el número de familiares, quienes eran hombres y mujeres, niñas y niños, así como el total. En la casilla sobre los datos de los habitantes se marcó el nombre, la calidad, la ocupación, su puesto burocrático civil o eclesiástico, los estudios, edad, estado civil, los familiares anexos, etc. Por su carácter militar es que, a diferencia los padrones civiles, se agregaron las estaturas de los varones.
Aunque las autoridades virreinales no excluyeron de las milicias a los indígenas, mulatos y demás castas, como se toma en consideración solo el casco de la villa, aparecen preferentemente en el padrón familias de blancos; de hecho cuando se topaban con una casa sin calidad de sangre solo colocaban en la casilla de información general “la viven indios” o “la viven pardos”. Como se nota, todos los datos seguramente fueron recogidos por los empadronadores de vivienda en vivienda (aunque además se agregaron “gente de conventos”, “gente de los hospitales” y “casas capitulares de indios”), otros la organizaron calle por calle y un tercer grupo la organizó y pasó en limpió. Una vez catalogados, éstos arrojaron luces sobre interesantes cuestiones. Por ejemplo, en las listas de empadronamiento, existen algunas referencias al estado de salud en que se encontraban los varones propensos al servicio militar bajo la denominación de “licenciado de milicias por enfermo habitual”.
“José María Huerta, español de 28 años, purero tambor, licenciado de milicias por enfermo habitual, soltero”. (f.19)
Por las características militares del empadronamiento, se recogió mayor información de población masculina que femenina. Estas últimas aparecían registradas bajo los datos de nombre, calidad étnica, estado matrimonial, en caso extraordinario el oficio y edad. Así mismo se hacía referencia al número de hijos, criados, huérfanos y parientes.
“Doña Mariana Bringas de Castañeda, viuda, española, con 3 hijos: don José Joaquín de la Llave, de 21 años, de 5 pies, colegial en Puebla; don Julián de 19 años, de 5 pies, colegial en id; don José de 16 años, de 5 pies, labrador; cajero Alonso Rego español de 35 años, de 5 y 1, soltero,/, criadas dos doncellas españolas”.(f.47)
Esto, tal y como sucedía en los censos peninsulares, es sinónimo del respeto que se dio a “las jerarquías y las prelaciones” pues nombra en primer orden al padre de familia, seguido de la esposa, hijo mayor. Si estaba casado, la nuera que se anexionaba al núcleo familiar del marido, detrás los hermanos menores, o si una hija casada vivía en la casa paterna entonces aparecía primero el yerno. Enseguida aparecían las hermanas, parientes lejanos, criados y huérfanos recogidos.
[1] Véase. BAEZA, “Fundición de Artillería en Nueva España: Proyectos Fallidos, la alternativa de Sevilla (1722-1794)”, pp.879-903.
[2] RIBERA CARBÓ. Herencia colonial y modernidad burguesa en un espacio urbano, pp. 41-42.
[3] Cuando el Virrey Branciforte decidió llevar consigo a su mujer y a su pequeño hijo a Orizaba en 1797, su petición de un camino cómodo y adecuado para viajar en carruaje hizo que el jefe de ingenieros del ejército, Miguel Constazó, tardara semanas en examinando los caminos y pidiendo se repararan con cuadrillas de indígenas. Finalmente se necesitaron seis días para llevar a Branciforte de la ciudad de México a Orizaba. ARCHER, El ejército en el México borbónico, 1760-1810, p.60
[4] VALLE PAVÓN, “Ocupación y especialización en la Villa de Orizaba en 1791”, p. 182.
[5] ARCHER, El ejército en el México borbónico, 1760-1810, p.67
[6] RIBERA CARBÓ, Herencia colonial y modernidad burguesa en un espacio urbano, pp. 41-42; VALLE PAVÓN, “Distribución de la población en el espacio urbano de Orizaba en 1791”, pp. 141-149; VALLE PAVÓN, “Ocupación y especialización en la Villa de Orizaba en 1791”, pp. 189-215.